¿Cómo cuidar los pies antes y después de cada etapa?
Personas de todas las generaciones (con condiciones físicas muy variables) se animan cada año a peregrinar, pese a la dificultad y dureza de determinadas etapas. El cuerpo puede sufrir…¡sobre todos los pies!
A continuación, compartimos algunos consejos para cuidarse antes, durante y después del Camino.
Ante todo, debemos ser conscientes de nuestro peso corporal: si es excesivo, se recomienda bajarlo antes de iniciar el Camino.
¿Cómo debe ser la preparación previa?
Es importante comenzar a entrenar meses antes del Camino con etapas cortas (por ejemplo, de unos 5 km al comienzo).
De este modo podremos determinar cuál es nuestro estado físico y nuestro nivel de resistencia.
Paulatinamente iremos incrementando los kilómetros hasta que se asemejen a los de las etapas que estamos a punto de afrontar.
Además, es muy aconsejable utilizar el mismo calzado que se utilizará en nuestro camino.
Teniendo en cuenta esto, estrenar calzado está totalmente prohibido. Por el contrario, tampoco se aconseja utilizar un calzado muy desgastado o deformado.
Pedir cita previa en el podólogo se recomienda para que nos informe de cualquier tipo de alteraciones funcionales o estructurales.
¿Qué tipo de calzado tenemos que utilizar?
Dependerá mucho de factores externos, como el terreno y el clima del Camino.
¿Y cómo debemos cuidar los pies durante el Camino?
Antes de iniciar la marcha, no es conveniente ducharse con agua demasiado caliente durante mucho tiempo: esto ayudaría a que se ablandara y estuviese más expuesta a las lesiones.
Tras finalizar el lavado del pie, uno debe asegurarse de que queden perfectamente secos.
También es importante revisar las uñas: no conviene que estén excesivamente largas.
¿Qué hacer con los pies tras las etapas?
Deben revisarse al descalzarse. Como se ha mencionado anteriormente, deben lavarse y secarse detenidamente.
En este momento, cuando estén totalmente limpios, se realizarán las curas pertinentes.