¿Cómo cuidar los pies en el Camino de Santiago?

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A pesar de ser una de las partes más importantes de nuestro cuerpo y nuestro verdadero sostén, lo cierto es que no cuidamos los pies tanto como deberíamos. Esto se hace aún más evidente cuando decidimos hacer el Camino de Santiago, los pies estarán expuestos a cientos de kilómetros de duros terrenos, por lo que es necesario que cuidemos esta parte tan importante de nuestro cuerpo si no queremos que el Camino se nos resista.

Uno de los primeros consejos que debemos tener en cuenta si queremos cuidar nuestros pies durante el Camino de Santiago es llevar el calzado adecuado. Aunque esto pueda parecer demasiado obvio, lo cierto es que no todo el mundo lo hace correctamente. A este respecto, una de las cosas que no debemos hacer bajo ningún concepto es hacer el Camino de Santiago con calzado nuevo, sino que debemos hacerlo con uno al que ya estemos acostumbrados sin que eso signifique que estén demasiado desgastados.

Para cuidar nuestros pies a la hora de hacer el Camino de Santiago es necesario que el calzado no tenga una talla demasiado justa para no hacer sufrir a nuestros dedos. Lo mismo ocurre con los calcetines, que nunca deben ser de algodón sino que para cuidar nuestros pies debemos utilizar calcetines de material sintético y sin costuras para no dañar nuestra piel.

Es necesario que cuidemos nuestros pies correctamente antes y después de cada etapa aunque hay ocasiones en las que podemos encontrar inconvenientes a mitad del camino como pueden ser las ampollas que a veces aparecen inevitablemente por el roce del calzado o el exceso de humedad. En estos casos, lo que tenemos que hacer es pinchar la ampolla para sacar el líquido de su interior y curarla con betadine u otro tipo de agua yodada. De esta forma, evitaremos que la ampolla vaya a más y reduciremos considerablemente dolor.

Otro de los pasos que podemos seguir para cuidar nuestros pies durante el camino de Santiago es darnos baños de contraste siempre que sea posible en el alojamiento en el que vamos a dormir, metiendo los pies tanto en agua caliente como en agua fría para reducir el dolor y reactivar la circulación.

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